Uno de los largometrajes más convencionales de David Lynch, que pese a ello no abandona las señas de identidad propias de un director al que calificar de «raro» supone, no pocas veces, quedarse corto. Porque ya me dirán si no es raro lanzarse a hacer una película sobre un tipo que, de buena mañana, decide subirse a un cortacésped para recorrer cuatrocientos kilómetros por carretera.

Y sin embargo es una historia real, como bien anticipa el título castellano de The Straight Story, más propio de un telefilme. Allá por 1993 Alvin Straight, un jubilado de Iowa veterano de la Segunda Guerra Mundial, decidió visitar a su hermano, con el que no se hablaba desde hacía años, al enterarse de que se encontraba gravemente enfermo, pensando en reconciliarse con él antes de que ambos murieran. Se empeñó en hacer el trayecto solo, montado en el único vehículo que podía conducir por encontrarse casi inválido y ciego, negándose a recibir cualquier ayuda que no fuese absolutamente indispensable. Pura testarudez, sí, pero tras la cual se escondía un loable deseo por redimir de algún modo una vida no exenta de errores terribles.

Con tan insólito argumento, un guión ajeno y habiéndose filmado en orden cronológico (algo muy poco usual) pasando por los mismos lugares recorridos por Straight en la vida real, no extraña que el cachondo de Lynch califique esta película como la más experimental que ha hecho. Quienes no la hayan visto todavía pensarán que es para echarse a temblar, pero afortunadamente no es el caso: Lynch deja a un lado sus habituales (demasiado habituales) gilipolleces para entregar una obra excepcional, que tras su fachada de road movie aparentemente estrafalaria (recordemos: un viejo tullido y casi ciego recorriendo extensiones inmensas a lomos de un cortacésped) resulta increíblemente conmovedora y además está ejecutada con gran maestría a todos los niveles. Comenzando por la interpretación de los actores y acabando con detalles como la extraordinaria fotografía de Freddie Francis, no es de extrañar que Una historia verdadera pueda considerarse de largo como la mejor película de David Lynch junto a El hombre elefante, que curiosamente también es otro biopic.

El auténtico Alvin Straight con su hermano, en una imagen de archivo.

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