Cuesta creer que, hasta no hace mucho tiempo, existió en Europa un país que era literalmente una cárcel para sus habitantes. Surgida a raíz de la partición de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, la República Democrática Alemana era proclamada por sus dirigentes como un «paraíso social». La única verdad es que cualquiera con dos dedos de frente sólo pensaba en salir de allí a la menor oportunidad, de modo que para 1960 casi un cuarto de la población había huido a Occidente. Una sangría que puso a la nación contra las cuerdas y llevó al gobierno comunista a endurecer drásticamente su política fronteriza, cuyo mayor símbolo fue la construcción del Muro de Berlín.
Aún con esas, hasta poco antes de caer el Muro en 1989 y con él la propia RDA, la gente seguiría intentando fugarse usando métodos cada vez más ingeniosos para burlar controles y barreras. Uno de los más audaces tuvo lugar a finales de 1979, cuando un técnico en operaciones de vuelo del Ejército Popular y un amigo suyo maestro albañil escaparon a Alemania Federal junto con sus familias a bordo de un globo aerostático, construido por ellos mismos a lo largo de 18 meses en una pequeña casa de campo próxima a la frontera. Era su segunda tentativa luego de un primer vuelo fallido varios meses atrás que se quedó a escasos metros de su objetivo. La repercusión del hecho tuvo resonancia mundial y supuso una humillación del máximo calibre tanto para el Gobierno como para la Stasi, su temible policía secreta que presumía de ejercer un control total sobre los ciudadanos.
Viento de libertad (pomposo título que sustituye en algunos mercados al original Balloon, más apropiado a mi juicio) relata aquella odisea y lo hace de un modo digamos funcional, sin alardes, en el que no faltan tópicos producto de un guion algo flojete y con personajes antes bosquejados que desarrollados como es debido. Pese a sus mimbres más bien elementales y su pobre discurso, la película sirve para el espectador que busque distraerse sin mayores preocupaciones. Cabe destacar la presencia de Thomas Kretschmann (uno de los actores alemanes más internacionales) interpretando al despiadado villano de la historia.