A principios de los ochenta, un Hollywood en decadencia buscaba desesperadamente savia nueva con la que reemplazar a ídolos juveniles del pasado como James Dean. Y creyeron encontrarla en el Brat Pack, una artimaña publicitaria de poca monta más que otra cosa, en la que destacaba la presencia de actores como Charlie Sheen, Robert Downey Jr. y en especial Rob Lowe.
Nacido en 1964 y un imán para las chicas, quisieron convertirle en el icono romántico de la década, pero el descubrimiento de un vídeo de contenido explícito grabado con dos jóvenes, una de ellas menor, y problemas con las drogas y el alcohol arruinaron para siempre una carrera que, por otro lado, jamás llegó a despegar como se esperaba. El ejemplo lo tenemos en esta película, subtitulada en España Forja de campeón y estrenada en 1986 a mayor gloria de Lowe y sus poses de revista para adolescentes, copiando además el esquema de otros éxitos del momento como Top Gun para inculcar la doctrina ultraconservadora más rancia, basada en pregonar las virtudes del esfuerzo individual como vía para alcanzar nuestras metas dentro de un colectivo y ganar el respeto del conjunto de la sociedad.
Con estos mimbres cabría esperar una turba de niñitas presentándose en los cines con las bragas mojadas para babear como perras en celo ante su ídolo, pero sin embargo no fue así y Youngblood obtuvo un resultado a la altura de lo que es: una cinta superficial y mediocre (aunque razonablemente entretenida vista hoy día), en la que lo más destacable se encuentra en el reparto. Y no ya por la presencia de Rob Lowe: por ahí asoman la cabeza, entre otros, el añorado Patrick Swayze, un prepúber Keanu Reeves (hace de portero y le escogieron por eso, porque en la vida real había sido portero de hockey en el instituto ganándose el apodo de «El muro») y Ed Lauter, popular gracias a su aparición en cientos de series de TV. Lo mejor es la banda sonora del debutante William Orbit, cien por ciento ochentera pero muy disfrutable y salpicada por canciones de bandas como Autograph o Starship.